jueves, 8 de noviembre de 2018

Tarea 5. (Esfinge) Echartea Aguilar Eduardo Antonio.


“La Esfinge sin secreto” de Oscar Wilde.

Lord Gerald Murchison le cuenta a su antiguo amigo Oswald que está profundamente enamorado de lady Alroy. Pese a los varios intentos del protagonista por cortejar a la mujer no lograba mucho, esta se mostraba siempre misteriosa y evasiva. Posteriormente descubre que lady Alroy suele ir a una casa y pasar tiempo ahí. Cuando la enfrenta ella simplemente dice que no tiene nada que responder y el joven parte molesto.

Al poco tiempo lady Alroy envía una carta al joven, pero este decide no abrirla y sale de viaje por un tiempo. A su regreso no solo descubre que lady Alroy ha muerto, sino que todo ese tiempo lo que iba a hacer a aquella vivienda era ir a leer y beber té, según la casera a la que le pagaba renta.

»-¿Se reunía con alguien? -le pregunté.
»Pero la mujer me aseguró que no, que siempre llegaba sola y jamás veía a nadie.
»-¿Y qué diablos hacía? -inquirí.
»-Se limitaba a sentarse en el salón, señor, y leía libros; a veces también tomaba el té -respondió ella.
»No supe qué contestarle, así que le di una libra y me marché.
-Y bien, ¿qué crees que significaba todo aquello? ¿No pensarás que la mujer decía la verdad?
-Pues claro que lo pienso.
-Entonces, ¿por qué acudía allí lady Alroy?
-Mi querido Oswald -replicó-, lady Alroy era simplemente una mujer obsesionada con el misterio. Alquiló esas habitaciones por el placer de ir allí tapada con su velo, imaginando que era la heroína de una novela. Le encantaban los secretos, pero no era más que una esfinge sin secreto.
-¿De veras lo crees?
-Estoy convencido.
Sacó la cajita de tafilete, la abrió y contempló la fotografía.
-Sigo teniendo mis dudas -exclamó finalmente.
FIN
En esta última parte del relato, Lord Murchison llama a lady Alroy “una esfinge sin secreto”. Es la única vez que aparece la palabra. La mujer es descrita así: 
Era alta y delgada, y de un extraño atractivo, con sus grandes ojos de mirada distraída y su pelo suelto. […] era el rostro de alguien que guardaba un secreto, aunque fuese incapaz de adivinar si era bueno o malo. Se trataba de una belleza moldeada a fuerza de misterios… una belleza psicológica, en realidad, no plástica… y el atisbo de sonrisa que rondaba sus labios era demasiado sutil para ser realmente dulce.
Propiamente la descripción de lady Alroy no corresponde al de la esfinge. Lo que relaciona tal apelativo bien podría ser una metáfora del temor que siempre ha sentido el hombre hacia la mujer, hacia ese carácter mistérico que la envuelve y que le es difícil descifrar. Esa belleza femenina cuya mirada parece insinuar que guarda algún secreto al cual no podemos acceder. Tal como la Esfinge pronuncia sus enigmas y devora a aquellos que ignoran la respuesta, para el hombre es un sufrimiento y una agonía el no poder ver más allá del exterior de la mujer, creer que esconde o que sabe algo y no saber qué.

Pero la Esfinge sin secreto de lady Alroy, igual que la de Edipo, ha fracasado. No ha sabido presentar correctamente su enigma, o quizá ya ha sido resuelto: que en realidad no hay un enigma real, tal como se dijo arriba: “Se trataba de una belleza moldeada a fuerza de misterios”, quizá no ocultaba nada, pero quería aparentar que sí, o realmente tenía un secreto, pero no supo cautivar con él, como sea ya ha sido descubierta y ahora debe morir. No supo confundir a su Edipo y por ese motivo ha caído.


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