La inocencia del
monstruo: Asterión en “La casa de Asterión de Borges”
Asterión es una bestia nacida de Pasifae después de que ésta
se enamora de un toro blanco que debía ser sacrificado al dios Apolo por su
padre Minos. Con la ayuda de Dédalo, quien le construye una vaca de madera para
hacerla pasar por un animal, logra copular con el toro del que está enamorada. Consecuencia
de esto es Asterión, un ser con cuerpo de hombre y cabeza de toro. Aquel ser es
encerrado por el padre de Pasifae en un laberinto que es construido también por
Dédalo. Cada año le son ofrecidos siete varones y siete mujeres en sacrificio,
hasta que Teseo, auxiliado por Ariadna es quien finalmente lo vence. (Apolodoro, Biblioteca III. 1. 3-4)
En esta versión del mito no se profundiza demasiado, pero nos sirve en esta ocasión para aclarar los
puntos más relevantes de la historia.
Borges en su cuento “La casa de Asterión” nos muestra un
minotauro sensible e inocente. Aquel desconoce a tal grado la bestialidad de su
imagen que se asombra poco de que aquel atardecer que “pisó la calle” la gente
reaccione asustada y aquel lo atribuye a que
es reconocido por su linaje noble: “No en vano fue una reina mi madre,
no puedo confundirme con el vulgo, aunque mi modestia lo quiera”.
Solitario como podría imaginarse uno que vive un ser alejado
del resto de los seres, tanto que incluso juega a que lo visita el otro
Asterión y este le muestra su casa.
Es interesante la delicada civilidad que tiene Asterión en
la historia. Inocente mas no bruto, o mejor dicho, brutal. Tan solitario y
soñador que toma con ilusión las palabras de un moribundo que le profetiza la
llegada de su Redentor y aquel lo espera
con ansias. Cuando al fin llega Teseo a darle muerte, Asterión ni siquiera
intenta meter las manos, pues ya ansiaba el momento de su solitaria muerte: “-¿Lo
creerás, Ariadna? El minotauro apenas se defendió.
Asterión es consecuencia de una serie de acontecimientos con
consecuencias poco gratas, hasta para el mismo. Pero es el menos culpable de
todo y a mi parecer Borges lo refleja con un Asterión que incluso podría
calificarse como tierno.
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