Un ejemplo de los centauros en la literatura moderna
La iconografía de los centauros
es muy conocida, hombres de la cintura hacia arriba y cuerpo de caballo, pero
sin la cabeza y el cuello, de la cintura hacia abajo. Son seres de costumbres
salvajes, famosos por su lucha mitológica con los lapitas y otros héroes griegos,
aunque también hay centauros civilizados como Quirón, pero en este comentario
me centraré sólo en los salvajes. Hay varias
teorías de su origen tanto mitológico como simbólico. En lo personal la que me
parece de gran interés es que el origen de la criatura del centauro viene de un
pueblo que no conocía la equitación; y al encontrarse con uno que sí no se supo reconocer que el
jinete estaba compuesto por dos seres. Ésta es una explicación acertada pero
falta de contenido simbólico. Para esto utilizaré una obra relativamente
moderna, del siglo XX, para crear una propuesta del impacto que pudo haber
tenido en antiguo pueblo micénico al conocer las invasiones dóricas, también
conocidas como el Regreso de los Heraclidas.
El libro al que me quiero referir es The Painted Bird del escritor judío polaco-americano Jerzy
Kosinki. Un escritor sumamente interesante tanto en lo simbólico como en lo
personal. Su vida fue muy polémica. En su infancia tuvo que separarse de sus
padres debido a la invasión nazi de Polonia en 1939; fue puesto a cargo con una
cuidadora que lo ocultó como un niño cristiano ante los alemanes. Después
de la guerra Jersy emigraría hacia Estados Unidos y ahí, gracias a su gran
habilidad para aprender idiomas, escribiría su novela en inglés. Hay muchos
rumores en torno a su vida, desde un encuentro de peligro mortal en Estados
Unidos con unos ultra-nacionalistas polacos; la acusación de que la novela no
fue escrita por él, sino que fue un encargo; que robó muchas historias
populares polacas en su libro, hasta el dejar muy mal plantados a los polacos
en su novela, etc, etc… En lo personal pienso que estas acusaciones son
injustificadas, pero considero importante mencionarlas. Kosinski se suicidaría
en 1991.
The
Painted Bird es una novela contada
en primera persona por un niño judío o gitano, nunca se especifica bien. Trata
de una bizarra odisea, en el sentido anglo-sajón de la palabra, a través de una
Europa del Este destrozada completamente por la guerra; y aun peor por el
Holocausto. Hay varios pasajes tremendos, en los que no se sabe si son reales o
no, si Jerzy los presenció realmente o no. Esa es otra de sus controversias.
Pero a mi parecer me parece que la nóvela es bastante clara en su carácter, es
simbólica, no real por completo, aunque con un componente de vivencias
personales de Jerzy, que nunca sabremos hasta donde fueron ciertas o no. El
libro deja ver una gran denuncia al racismo y al tribalismo humano en general,
tiene una fuerte crítica al nacionalismo tanto polaco, como alemán, pero también se
opone fuertemente al comunismo.
El pasaje al que me quiero referir para
conectarlo con el tema de los centauros, es el capítulo #15. En este, el niño
protagonista ya está en la última aldea de su periplo por los bosques del Este.
El relato trata de una escena dantesca de los últimos días de la guerra. Los
alemanes, después de Kursk, tienen que ir replegándose cada vez más hacia el
Oeste, el frente se acerca. Pero como castigo a la población civil utilizan a
unos aliados suyos: los calmucos (para saber más acerca de los calmucos, los
vlasovitas y demás desertores del régimen soviético Cf. Archipiélago Gulag de Alexandr Solzhenytsin). Kosinki los relaciona
con las invasiones mongólicas a través de los pobladores que describió, a
través de su imaginario colectivo (Kosinski, 1965, p.184). Y es completamente
cierto esta parte del libro, la Horda Dorada asoló en el siglo XIII Europa del
Este, y todas esas historias quedaron grabadas en los relatos de los pueblos
eslavos de la región, como ahora aún en Medio Oriente se cuenta las atrocidades
de los Cruzados en Siria. Todo eso permanece en la mitología de los pueblos.
Jerzy escribe: “Next day at noon a band of mounted men rode up to the village. There
were hundreds of them, perhaps more. They seemed to be one with their horses;
they rode with marvelous ease, without any set order. They wore green German
uniforms with bright buttons and forage caps pulled down over their eyes” (idem).
Lo que realizarían después los calmucos no lo
contaré aquí, es una escena impresionante pero terrible y dantesca pintada por
el autor, y extremadamente difícil de exponer con justicia en un comentario
escrito; para eso dejaré una pintura abajo que lo describe la escena bastante
bien. Sólo diré que era el infierno en la tierra; y sus demonios eran los
hombres a caballo.
Haya sido real o no el relato de
Kosinksi, algo queda muy claro: hay sucesos históricos que quedan marcados en
la cosmovisión de un pueblo, por lo trágico y traumático. Las invasiones mongolas en Europa
del Este dejaron una marca importante en las historias de sus pobladores, de
eso no hay duda. Y aquí viene lo interesante, los centauros, esos jinetes que
los antiguos no conocían en ese entonces, con sus espadas de hierro, pudieron
haber dejado una llaga muy profunda en los relatos antiguos de los griegos
también. Tanto así que la única forma de racionalizarlos para ellos fue
volverlos hombres bestias; seres que abandonaron su humanidad y se convirtieron
al salvajismo, se volcaron al horror de la guerra y el pillaje. Hay varias explicaciones
psicológicas de la causa de eso; una de las principales es que el estrés y el
franco abandono de ganar la guerra por parte de los vencidos fueron lo que
llevaron a estos hombres a cometer actos horrendos, pero eso no explica por qué
en el lado soviético también hubo casos de esta naturaleza. Es el ejemplo de
una historia repetida; el pillaje de pueblos nómadas desesperados por sobrevivir
y conseguir recursos a través del tiempo, queda perfectamente plasmado en la conciencia
colectiva de los pueblos antiguos y modernos: un gran ejemplo es el rapto de
Deyanira. Todos estos sucesos ya no nos deberían ser ajenos. Es una horrible
marca de lo que ha sido puede volver a repetirse
sino entendemos bien que la mitología nos puede enseñar cosas. El pasado nos
grita que con un tremendo pavor que aún se refleja en el presente.
Kosinksi, J., The Painted Bird, Boston: Bantam Books, 1965.
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