Sirena: etología en The mountain
with teeth.
La sirena es una criatura
íntimamente ligada a las aventuras épicas y cuya diversidad de orígenes,
representaciones y ubicaciones da pie a múltiples interpretaciones. En un
inicio, se trataba de una criatura con cuerpo de pájaro y poco a poco la
iconografía las modificó hasta quedar con figura de pez de la cintura para
abajo. Sobre sus padres no hay una versión uniforme, mientras Apolodoro (1.18,
1.63), Licofrón (712) e Higinio (141) las ubican como hijas de Aqueloo y
Melpómene; Apolonio (4.892) y Nono de Panópolis (13.313) como hijas de Aqueloo
y Terpsícore; Pausanias (9.34.3) y Ovidio en sus Metamorfosis (14.85) no discuten la maternidad y las conservan como
hijas de Aqueloo; solamente Eurípides en su Helena (167) las ubica como hijas
de Gea.
Se creía que tenían el poder de
encantar e hipnotizar con su canto, sean representadas en dúo, terceto, grupo o
en solitario, las sirenas tienen mayor singularidad que ningún otro ser híbrido
en la historia grecorromana y tanto es así que se conservan varios nombres de
sirenas, incluso puede hablarse de un culto, esto por un templo a las sirenas
que es descrito por Estrabón. Independientemente de su tradición grecolatina,
la sirena es un híbrido latente en toda zona acuática, desde marítima hasta lacustre,
y por ende pertenece a varias zonas del mundo, aunque se ha conservado su
imagen por vía literaria y se ha retomado en formato filmográfico, la principal
vía de difusión es la iconográfica. La figura está presente en dibujos,
tatuajes, pinturas, entre otros muchos soportes que se puedan imaginar. En esta
ocasión, retomo a una popular ilustradora, y su perspectiva de las sirenas que,
poco a poco, constituye su propio tratado de las sirenas.
ANÁLISIS FORMAL: Primero, se permite no brindar un rostro definitivo a las sirenas (Fig. 1) y las ubica, en grupo, en un entorno acuoso, pues lo mismo pueden estar dentro del mar (Fig. 3, 6, 7a y 8), como fuera de este (Fig. 1 y 2), como entre la blanca nieve (Fig 4a y 4b), arenas movedizas (Fig. 5), el ojo humano (Fig. 7b) y la fluidez de un sueño (Fig. 9), igualmente, humano. Las hace consumidoras de peces y corazones humanos, ésto último un poco más metafórico que pragmático, dice que beben té o café con canela (Fig. 1 y 2). En el aspecto etológico, las convierte en conversadoras con las estrellas, les dota de creatividad en el dibujo (Fig. 3), conserva la cualidad del canto (Fig. 4a). Les concede cierto grado de humanidad al permitirles sentir tristeza (Fig. 6 y 7b), así como conocimiento, imaginación y creencia (Fig. 2), pero también mantienen el lado terrible que en época grecorromana le atribuyen los literarios (Fig. 2, 4b y 5). No habla de sus orígenes ni de su método de reproducción. Sobre su muerte, parece ser que casi siempre es inducida, a propósito (Fig. 8) o por accidente (Fig. 9).
Figura 1
Figura 2
Figura 3
Figura 4a
Figura 4b
Figura 5
Figura 6
Figura 7a
Figura 7b
Figura 8
Figura 9
COMENTARIO: Después de todas las ilustraciones y breves textos que las acompañan, considero posible que la ilustradora tome a la sirena como símbolo de la mujer al igual que la lectura simbólica de Wirth. La coloca como un ser bello, con poder de seducción y feminidad, por la necesidad del medio acuoso para su subsistencia y la relación de la humedad con el aspecto sexual, pero no deja de lado la representación de soledad y cotidianidad que cada mujer tiene en diferente medida, principalmente por su acertada primera ilustración de las sirenas: sin rostro, otorgando así una universalidad a la mujer. Las últimas imágenes, sobre la muerte de las sirenas, me remiten al descenso del hombre como hijo del cielo, continuando con Wirth, para la extracción de la mujer de su entorno natural para adaptarla a la utilidad del varón. Sobre la última imagen, el despertar del sueño y retirar el sentido mágico y onírico de la naturaleza femenina, significa, para mí, la muerte misma de la mujer.
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