Minotauro: la reivindicación del amor
El minotauro es un monstruo con un cuerpo humano y una
cabeza de toro. Se dice que es producto de la cópula antinatural entre Pasifae
y un toro enviado desde el mar a Minos, quien lo encerró en el laberinto de
Cnosos. Fue alimentado con los cuerpos de jóvenes y doncellas que los
atenienses estaban obligados a dar en determinada época. Parte del mito señala
que Teseo eliminó a Minos con ayuda de Ariadna. Su naturaleza es heredera de
los peores impulsos humanos y animales. Castigado por un acto que no cometió,
el minotauro es centro de descripciones terribles:
Según Calímaco, el minotauro tiene un bramido cruel y
salvaje; Diodoro Sículo ni siquiera le otorga el artículo y se refiere a la
criatura como “cosa monstruosa”; Ovidio ni siquiera le da sustancia, lo alude
como “una forma mezclada de hombre y toro”; Virgilio le resta personificación y
lo llama “el fruto híbrido de esa monstruosa unión” y entre otros ejemplos se
le maneja como un monstruo, una abominación proveniente de un adulterio, como
una cosa que no merece ser llamada. Pero, a final de cuentas, el monstruo no
tiene nada más monstruoso que su forma, la escultura a continuación presenta
una variante en el desenlace del mito y, por ende, del desenredo amoroso.
DESCRIPCIÓN: En la
escena tenemos a un tierno minotauro que yace sentado sobre sus talones y
acunando entre sus brazos tiene a una semidesnuda Ariadna que se acurruca
contra el pecho del minotauro. La pose de Ariadne es tan frágil que se nota su
inseguridad en el movimiento enroscado de los dedos de sus pies. El minotauro
reposa su monstruosa cabeza sobre la de Ariadne y en un íntimo gesto de
complicidad y confianza, las posturas no se ven rígidas ni forzadas, comparten
un momento de afecto que, a ambos, de alguna u otra manera, les fue negado.
ANÁLISIS FORMAL: Escultura en bronce, de 100x60 centímetros,
finalizada en el 2013 por el escultor italiano Federico Severino. A fin de
situar el análisis al final de la narración mitológica, en esta vertiente
mítica Teseo no asesina al minotauro y sí abandona a Ariadne. Considero
oportuno pensar que la escena esculpida se sitúa en los confines de la cámara
central del laberinto. El laberinto, obviado, simboliza una profunda
introspección que conecta el sentido de la purificación y la búsqueda que nos
guía hacia la cámara central: lo más valioso de nuestra naturaleza. Y es que imagino
a Ariadne perdida en el dolor de la pérdida y el desamor, ¿qué sucede con ella
que no es digna del amor de Teseo? No lo sabe y decide terminar con su vida de
manera salvaje y no acude al suicidio, sino que se adentra en la oscuridad del
laberinto y se pierde entre las paredes físicas como entre las mentales, Fig. 1, busca
y rebusca sin sentido, guiada por la locura.
Figura 1. El laberinto mental y el físico son igual de difíciles.
Entonces llega al centro del
laberinto y no se encuentra con un monstruo horrible que espera para devorarla.
Se encuentra a una tierna criatura tan abandonada y solitaria como ella.
Reconoce en su figura la soledad y la sed de amor, en un punto último de
quiebre se acerca a la criatura, hermano de madre, dolor y sufrimiento, se
miran por unos instantes, es casi como si el minotauro la estuviera esperando.
Entonces, en la más plena y completa de las empatías, se acerca para abrazarlo.
El minotauro no sabe que ella sufre por amor, pero sabe que está tan dolida y
apartada como él. La acuna en un fraternal abrazo de amor sincero y en la
desnudez de alma y cuerpo, el amor entre los hermanos es lo que los une y
salva.
COMENTARIO: La cuestión mística del laberinto es algo que
desde antaño se encuentra latente entre las diversas sociedades y culturas. Es
posible hacer la interpretación de un laberinto como algo metafórico a la
mente, en tal caso el encuentro con el minotauro, más allá de una
confrontación, representaría una reconciliación con nuestra parte oculta,
oscura y natural que puede ser tanto noble como salvaje. La introspección con
enfoque fraterno me pareció oportuna porque la relación fraterna es tan
indisoluble como complicada y sin importar la diferente naturaleza que posea un
hermano respecto a otro, siempre debería darse la oportunidad de convivencia y
afecto.
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